
Fecha: 15 de enero de 2023
Lugar: Antalya, Turquía
Era una tarde tranquila en Antalya, la joya de la Riviera Turca. El sol se reflejaba en las aguas cristalinas del mar Mediterráneo mientras los turistas disfrutaban del pintoresco paseo marítimo. Entre ellos, se encontraba Selin Kaya, una relojera de 34 años conocida por su talento para restaurar relojes antiguos. Selin había heredado este amor por los relojes de su abuelo, un artesano legendario en su pequeño taller del casco antiguo.
Ese día, Selin había recibido un encargo especial: un reloj de bolsillo perteneciente al famoso explorador otomano Evliya Çelebi. El reloj había pasado de generación en generación y, según la leyenda familiar, poseía un misterio que nadie había podido descifrar.
Selin estaba intrigada. Mientras observaba el reloj bajo la luz de su taller, notó una inscripción apenas visible en el marco interior: «Zaman durduğunda, hakikat ortaya çıkar» («Cuando el tiempo se detiene, la verdad emerge»). Intrigada, empezó a desmontar el reloj con extrema precaución.
De repente, algo extraño sucedió. El tic-tac del reloj cesó abruptamente, y un silencio profundo envolvió el taller. Selin levantó la mirada y notó que todo estaba inmóvil. Las hojas que se movían suavemente con la brisa habían quedado suspendidas en el aire. El reloj en la pared se detuvo en las 3:15 p.m., y ni un solo sonido provenía del bullicioso mercado cercano.
Selin salió a la calle para descubrir un panorama surrealista: los turistas estaban congelados en sus posiciones, el agua de una fuente se había convertido en una escultura líquida, y el mundo parecía haberse detenido en una fotografía viva. El único sonido provenía del reloj de bolsillo que sostenía, su aguja ahora girando en dirección opuesta.
Confundida pero decidida, Selin recordó la inscripción y comprendió que el reloj contenía un secreto más profundo. En su interior encontró un compartimento oculto que revelaba un diminuto mapa de Antalya marcado con un punto en las antiguas ruinas de Termessos, una ciudad helenística a las afueras de la región.
Guiada por el instinto, Selin tomó el reloj y se dirigió a Termessos. Al llegar, el tiempo seguía congelado. En el corazón de las ruinas, encontró una sala subterránea con un pedestal que tenía una hendidura perfecta para el reloj. Con cautela, colocó el reloj en su lugar.
Un destello de luz llenó la sala, y una voz resonó: «El tiempo es el guardián de la verdad y el custodio de la memoria. Al detenerlo, has demostrado tu deseo de proteger su esencia.»
La luz se desvaneció y el reloj comenzó a girar nuevamente, esta vez en su dirección correcta. Selin salió de las ruinas para descubrir que el mundo había recobrado su movimiento. La vida en Antalya seguía como si nada hubiera pasado, pero Selin sabía que algo profundo había cambiado.
De regreso en su taller, el reloj marcaba la hora exacta: 6:00 p.m., pero el tiempo que Selin había vivido en su experiencia parecía irrelevante. Desde ese día, el reloj permaneció en su vitrina como un recordatorio de que el tiempo, aunque constante, guarda secretos que solo se revelan a quienes se atreven a explorar lo desconocido.
Aquella tarde de enero se convirtió en una leyenda local conocida como “El Día que el Tiempo se Detuvo,” un misterio que aún intriga a quienes escuchan la historia en las calles de Antalya.
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